viernes, 7 de agosto de 2009

Testamento ológrafo.

Éste relato claramente empieza con la redacción de un testamento, que entre medio de confusiones, el señor Eugenio Carrizo decide cambiar pensando que su abuelo había querido asesinarlo tiempo atrás. Ciertamente, el no sabía que su hija y su amigo eran los causantes de toda la confusión, por el romance que mantenían a escondidas, y nunca pensaron en las consecuencias de todos sus actos... por lo cual después de que el señor fallece, deciden dejar aclarado el tema antes de marcharse lejos para poder realizar sus vidas.

Realmente me gustó este texto por la forma en como está escrito el testamento, me resulta muy interesante y además le da un formato fuera de lo común al relato, solamente y nada más por el simple hecho de empezar así (con un testamento) y continuarlo con una carta igual de formal.
Y me parece bastante bueno porque no creo que sea fácil contar una historia en solamente dos textos dentro de un mismo texto.

[...Me había citado ahí con la Carolina, que siempre me miró con ojos de ganas, y yo, qué quiere que le diga Sr. Juez, nunca me pude negar, a pesar de la diferencia de edad y de mi amistad con el padre...]

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El perdon empieza donde termina la culpa...

El otro dia observe a dos niños que discutian sobre cosas insignificantes, como generelmente lo hacemos. El dialogo era mas o menos el siguiente:
- Eres un estupido!
- No tan estupido como tu!
- Ah... ¿si? eso es lo que crees.
Despues de terminar la discusion, siguieron caminos separados. Cuando regrese a lugar no mas de diez minutos mas tarde, estaban jugando juntos otra vez y se habian olvidado de todo. Nada de reproches, ni egos heridos, ni culpas, ni rastros del pasado. Ya habia terminado todo, fue simplemente un intercambio breve y honesto de enojos, seguido de un tiempo para enfriarse, que inclusive fue mas corto, y ya habian olvidado todo.
Sin duda, los niños perdonan mucho mas que los adultos. En algun momento del proceso de crecimiento nos convertimos en expertos en guardar rencores, acunar egos fragiles y no perdonar. Desarrollamos recuerdos filosos como una navaja de errrores del pasado y lo vamos acumulando para luego utilizarlos como municiones. Nos convertimos en discutidores habilidosos con un sentido inconmovible de lo que esta bien. Nos proponemos ganar cada batalla y, si no lo hacemos, comenzamos de inmediato a preparar la venganza.
El perdon solo llega cuando podemos identificarnos con los demas y admitir nuestra propia imperfeccion y la misma capacidad para hacer el mal.

Leo Buscaglia.